¿Qué hago yo aquí?
- Lo siento, no tengo la respuesta. Al menos tu respuesta.
- Pero tú me puedes ayudar.
- Quizás sí. Eso no significa que encuentre una respuesta. La debes encontrar tú. Puedo acompañarte, escucharte y compartir. Incluso provocarte a que la encuentres.
- No me vale.
- Lo siento. Siento que no te valga mi escucha, mi acompañamiento y mi presencia.
- Perdona, no quise decir eso. ¿Me comprendes verdad?
- Sí te comprendo. Rechazar la ayuda es una más de las múltiples tácticas del ego a la que llamamos resistencia.
Tú eres yo y yo soy tú.
Nos vemos solo con los ojos. Y los ojos solo ven formas.
¿Somos solo formas?
¿Qué hay dentro y alrededor de la forma?
¿Qué hay dentro y alrededor de ti?
Hay universos.
Una célula de la piel de tu mano no conocerá jamás a otra célula de tu médula.
Ambas células cumplen su misión en el mismo cuerpo, son parte de un todo, aunque no lo sepan o no se vean.
Si enferman las células de la piel, puede enfermar todo el cuerpo.
No se ven, se podrán sentir separadas, pero es una falsa percepción. Están unidas, conectadas, son interdependientes.
Sí, interdependientes.
Nacemos dependientes.
Nuestra supervivencia depende en gran de medida de los cuidados que recibamos. Comenzamos nuestra andadura por esta vida siendo dependientes.
Luego crecemos y necesitamos reivindicarnos como seres únicos.
Nos independizamos.
Lo vemos como un gran logro. Ya no dependemos de nada ni de nadie.
Y lo celebramos.
Si te quedas en ese estado.
¡Craso error!
Porque los seres que se separan del todo, el ave que se separa de la bandada o la célula que se escapa del tejido, está abocada a la muerte.
Muerte física, mental, emocional o espiritual.
La siguiente conquista de la evolución es descubrir que somos mucho más que independientes, somos interdependientes.
Lo que pienses, sientas o hagas, tendrá un impacto en otras personas, lo veas o no.
Lo que otros piensen, sientan o hagan tendrá un impacto en ti, lo veas o no.
Porque más que cuerpo, somos la energía que inunda nuestro interior y la que nos rodea.
Energía que creamos, queriendo o no, con nuestro Estado del Ser.
¿Qué haces tú aquí?
- Encontrar respuestas y aprender que no estás en soledad aunque lo sientas.
- Pues yo me siento en soledad.
- Tu parte humana puede sentir esa soledad, sé lo que es. Tu alma divina está conectada.
- Pues mi parte humana se pregunta que para qué tanta desazón, soledad y silencio.
- Te comprendo. Sé lo que es la desazón, la soledad y el silencio. Sé lo que es tener unas ganas inmensas de compartir, sentir compañía y conversar con palabras, silencios cómplices y miradas.
- Pues no lo parece. Porque yo sufro y tú no.
- A veces sufro. Cuando permito que mi ego, que desea machacarme para que me sienta un bicho raro en desconexión, me domine. Me calmo, me doy y doy. Bajo el volumen de mis voces interiores.
- ¿Y qué pasa cuándo bajas el volumen, te calmas, te das y das?
- Que escucho a mi alma.
El alma habla suave, bajito, casi a susurros. Aunque a veces da una voz de alegría para celebrar.
Mientras no acalles tu ruido mental, no escucharás a tu alma.
Tu alma está conectada con otras almas.
Y esas otras almas, junto a la tuya, al Universo.
Porque el Universo es esa poderosa energía creadora que nos une para que el milagro de la vida que se creó hace cientos de millones de años, siga, siga y siga.
A pesar de que sigamos creyendo que nuestra existencia sea insignificante.
Somos células de un todo.
Somos el todo para esas células.
Te propongo:
Me conecto y me permito que conecten conmigo.
Me encuentro y facilito que me encuentren.
Me amo y dejo que me amen.
Gracias, gracias, gracias.
Vive el regalo de la vida.
Mereces la felicidad y el bienestar.
Si no lo tienes, mira dentro de ti primero y alrededor después.
Si debes cambiar algo dentro, cámbialo.
Si debes ir a por lo que está cerca, ve a por ello, sin miedo.
Un abrazo.
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