¿MALDAD o IGNORANCIA?
La RAE nos dice que la maldad es la “cualidad de malo”.
Iremos pues a ver que nos dice sobre mal o malo:
Daño u ofensa que alguien recibe en su persona. Que se opone a la lógica o a la moral.Desagradable, doloroso.
Sin entrar en disquisiciones teosóficas o filosóficas profundas, ¿puede ser la maldad fruto de la ignorancia?
Entendiendo ignorancia, en este contexto, como desconocimiento, ausencia de consciencia.
"Quien desde su inconsciencia actúa desde el mal, no comprende verdaderamente que
sus pensamientos, emociones y acciones no solo puedan herir o dañar al otro,
sino que se hiere y se daña a sí mismo".
También he conocido a grandes corazones minimizados por acciones repudiables.
Puede parecer difícil de creer o asimilar.
Es como si esa maldad se aprovechara de la ausencia de consciencia para campar a sus anchas.
Disfrazada de justicia se comporta justiciera.
Disfrazada de defensora se revela agresiva.
Disfrazada de razón se muestra insensata.
Disfrazada de respeto se manifiesta invasiva.
Porque cuando se transmuta la ignorancia en conocimiento y este evoluciona a la sabiduría, conectamos con un alma que nos guía hacia la compasión, nos calma frente a la agresión, nos alivia el dolor.
Y con compasión, calma y alivio, resulta más difícil que ese mal nos dañe y dañe.
Anat encarnaba en sí la dualidad del amor y la guerra.
Tanto Aike como Anat, pueden ser hombre o mujer, mujer u hombre.
Cuando Anat se entregaba al amor, era fuego, pasión. Un fuego que podía devorar a Aike.
Cuando Anat explotaba, aquel fuego pasional se convertía en energía atómica. Era como bombas nucleares que arrasaban con todo aquello que estaba en su radio de acción.
Normalmente en el epicentro de sus explosiones se encontraba Aike. Que recibía los impactos y la radioactividad de Anat con incredulidad, miedo y dolor contenido.
Gritos, vejaciones, amenazas, humillaciones hacían sentir a Anat con todo el poder y a Aike a expensas de su vulnerabilidad.
Aike se marchitaba.
Aquel fuerte roble que fue otrora se iba consumiendo como la incandescente brasa en la hoguera.
Una hoguera de rabia, odio y frustración que no comprendía.
¿Por qué Anat le expresaba tanta rabia, sentía tanto odio, vivía con tanta frustración?
¿Por qué tanto mal, tanta maldad, tanta tortura, tanta locura?
Aike no comprendía nada mientras se ensombrecía y se apagaba su luz.
Hasta que una oscura noche de invierno de esas en las que el termómetro marca un signo negativo, salió corriendo, huyó sin saber bien hacia donde, pero sí sabiendo de qué.
Esa huida pavorosa fue como un renacer.
El gélido crepúsculo apagó el fuego atómico en el que se estaba abrasando y destruyendo, para dejar a la intemperie su desnudez.
Desde aquella inclemente experiencia conoció cuan vulnerable y frágil era, cuanta fortaleza y poder existía en su interior.
Sus quemaduras sanaron y volvieron a brotar nuevas ramas de su tronco, nuevas hojas de sus ramas.
Anat, o apagaba su hoguera, o sería victima de su propia destrucción.
¿Dónde estaba el mal?
¿Quién hizo mal?
Quizás se trataba más bien de inconsciencia e ignorancia.
¿Quién si no, en su sano juicio, fabrica una bomba atómica para destruir y destruirse?
Quizás haciendo visible lo invisible, para sanarlo con responsabilidad,
se encuentre uno de los caminos en el que los seres humanos no necesiten dominar,
ni ser dominados, destruir, ni ser destruidos.
¿Y si eso que llamamos maldad fuera falta de discernimiento y consciencia?
Un abrazo.
César González.
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