Ignorar para aprender. Olvidar para recordar.
Me confieso:
Se me ha olvidado todo o casi todo.
A pesar de todo lo estudiado, vivido y aprendido soy un verdadero ignorante.
Iba por el camino y sin darme cuenta me he perdido.
Es como tomar consciencia de que no se encuentra el camino, ni se sabe con certeza por donde se iba, ni sabe para donde se va (esto último es una verdad a medias, una mentirijilla).
Algo me llega del para qué de estas pérdidas repentinas, de tanto olvido. Te lo contaré.
Cuando tenía 19 años le dije a un amigo ateo convencido que estaba seguro de la existencia de Dios y se lo podía demostrar.
Lo hice sin orgullo ni prepotencia. Con naturalidad.
Tremendo empuje sin miedo, sin ambages. Fruto de una maravillosa y sana inconsciencia con tintes de despertar.
Siempre me ha gustado contrastar ideas afines y opuestas, complementarias, similares o diferentes.
Para un profesor mal pinta cuando no sabe o se ha olvidado de lo que sabe.
Para un mentor mal pinta cuando te has perdido.
¿A quién vas a acompañar o guiar honestamente cuando te has perdido? ¿A alguien que se ha perdido o se quiere encontrar, quizás?
Cuando la mente está espesa.
Cuando cuesta abrir los archivos de conocimiento para transmitir.
Cuando casi no salen palabras o frases con sentido.
Cuando el cansancio se apodera y casi todo pesa en exceso.
Quizás te haya pasado a ti alguna vez o te esté pasando.
Como un profesor sin pizarra.
Como un astrónomo sin telescopio.
Como un cocinero sin fogones.
Como cirujano si bisturí.
Sintiendo la nada.
Sintiendo el vacío.
Comprendiendo que están ahí, están aquí.
Sintiendo la apatía, el cansancio, que también existen, que también acompañan.
Sintiendo la inmensidad en la que podemos llegar a perdernos.
Sintiendo el olvido que recuerda.
Y llegado hasta aquí, la intuición invita a fundirse en un abrazo con ellas y con ellos, esta vez sin resistencias.
La alegría, la calma, la serenidad esperan su turno, esta vez con paciencia.
Y vas comprendiendo con incomodidad y cierto regocijo que:
El profesor no necesita pizarra para enseñar.
EL astrónomo no necesita telescopio para ver las estrellas, los planetas, los astros.
El cocinero puede cocinar sin fogones.
El médico puede curar sin bisturí.
Es un viaje sin seguro, un salto sin red.
Es un vacío lleno.
Es la vacuidad que purifica.
Es no Hacer, es casi no Tener, es simple y poderosamente Ser.
Al principio te decía que, aún en estas pérdidas, me llegaba el para qué y te lo iba a contar.
Que se siente que no se encuentra el camino, ni se recuerda para donde se iba.
Siempre cumplo mi palabra.
Estaremos viviendo una parte del trayecto en el que no se sabe hacia donde nos encaminamos.
Ese extravío en el camino de ida, cuando se han olvidado las coordenadas para ir.
¿Será porqué llegado a un tramo del trayecto no se trate tanto de ida sino de regreso?
¿Será porqué transitado parte del viaje, toque regresar con lo aprendido, más que avanzar para seguir aprendiendo?
En ambos sentidos siempre habrá aprendizaje e ignorancia, recuerdo y olvido.
Sólo sé que no sé y que vivo en el olvido.
No me hagas mucho caso, déjate sentir y si te identificas con este texto, que sepas que más almas, como la tuya y la mía, estamos haciendo el viaje.
Un viaje con sombrero 🎩 y ropajes que se ven, en un Ser invisible.
Los ropajes se desgastarán y rasgarán, el Ser invisible, continuará su camino para siempre.
Estaré encantado de acompañarte una parte de tu tránsito si crees o sientes que puedo serte de utilidad. ¡Aquí me tienes!
Un abrazo.
César González
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