Carta al Dolor
Y te volviste a presentar ante mí, una vez más, la enésima.
Tantas, que llegué a pensar que no volvias realmente, sino que jamás te habías ido.
Siempre te sentí como un invitado no deseado. Te colabas dentro sin que yo te llamara, un invasor dañino.
Oh dolor, has vuelto!
Un agujero crecía cada vez más en mi pecho, mientras mi mente me torturaba a la vez que mi corazón lloraba, haciéndose infinito y profundo.
Jamás venías solo.
Acompañado de esa angustia que no sabe si salir o quedarse dentro acurrucada, temblorosa, apagando y destruyendo.
Rabia contenida, entre impotencia y necesidad de explotar.
Enfado con todo, con la vida misma.
Vacío, desconcierto, desorientación, hartazgo.
¿Y el cuerpo?
El cuerpo encogido, agarrotado, bloqueado, agónico y explosivo.
Convulso a la vez que apático.
Envejeciendo segundo a segundo, instantes eternos.
Oh dolor, has vuelto!
Aún retorciéndome, respiro profundamente y no hago nada, para hacerlo todo.
Porque dicen que sin acción no hay resultados, pero creo que ha llegado el momento de no hacer para permitir que se haga lo importante.
Mis ojos se apagan y en su fondo rayado de bermellón las lágrimas dudan si salir o quedarse.
Me levanto, ando, un paso tras otro, hacia ninguna parte, mientras pido sin esperar y decido mirar con mi alma. Hacia adelante, hacia arriba, hacia adentro.
Elijo quitarle el poder a mi mente, a mi ego, a mis sentidos, para dárselo a lo verdaderamente importante, lo invisible que solo mi alma puede ver.
Y es cuando descubro que nadie te fabricó para hacerme daño.
Que nadie me ha hecho daño, ni herido.
Que siempre fue la interpretación de mi mente-ego para subyugarme y no permitirme vivir en conexión.
Que nada vivido te ha creado.
Que ninguna experiencia por muy dura que sea es capaz de fabricarte.
Que has sido creado por la interpretación de mi mente-ego.
Y que si yo te he creado, yo te puedo borrar.
Ya no me siento victima ni verdugo.
Un rayo luminoso de compasión me traspasa y me da calor.
Y las lágrimas valientes deciden salir para limpiar, borrar y recordarme que estoy vivo. Evolucionando, creciendo, sanando.
Oh dolor, si te hubiera sabido comprender!
¿Qué quieres? ¿Qué me quieres enseñar? ¿Qué lección has venido a mostrarme?
Estoy preparado para aprender, sin ver con mis ojos, ni escuchar con mis oídos, lo haré desde mi alma.
Empiezo a comprender de verdad, la Verdad.
La paradoja de tomar conciencia que siempre he creído que eras mi enemigo, pero realmente eres un Maestro, un amigo.
Cuando me susurrabas, yo no te escuchaba.
Cuando subías el tono, yo seguía sin escucharte. Y no aprendí.
Hasta que te haces notar, porque tu misión es transmitir el mensaje y lo harás sí o sí, para eso estás.
Salvo que te siga viendo como un enemigo y es entonces cuando te instalas dentro y te conviertes en sufrimiento.
Ahora sé que lo tuyo no es el tacto ni la delicadeza, eres duro y directo.
También sé que aprendiendo de ti, te irás y no volverás jamás, porque le tocará el turno a la alegría, el cariño verdadero, el gozo y la plenitud.
Nada, ni nadie te ha creado para enseñarme.
Me disculpo y pido perdón a todo y todos los que pensé muchas veces que me habían provocado dolor. Lo siento.
El dolor lo creé yo. Lo creó mi mente subconsciente. Está en mis células, incluso desde antes de nacer. Está en la memoria de mis ancestros.
Nadie es culpable. Yo soy responsable de sanarlo, aprender de ti, darte las gracias y despedirte con agradecimiento para siempre.
Estoy aprendiendo la lección, no es fácil, pero es posible y merece mucho la pena. Porque sano, libero en mí y en lo que esté en mi radio de acción, en mi vibración.
Ya te comprendo y te agradezco.
A partir de ahora pongo lo mejor de mi, para cuando debas enseñarme algo no te esfuerces tanto y puedas ser más sutil. Yo estaré despierto, centrado, confiado, conectado y amoroso.
También te digo, dolor, que todo esto que descubro es posible tras mucho, mucho trabajo interior y con mucho, mucho amor.
Gracias por todo Dolor, adiós.
Gracias por todo Amor, bienvenido (a).
Por cierto, se lo quiero contar al Mundo.
Les quiero contar quien eres y para qué has aparecido en sus vidas.
Elijo ayudarte en la transmisión de tu mensaje, pero yo lo haré desde el cariño más profundo, el calor y el humor.
¡Un abrazo!
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