camino espiritual, crecimiento personal, consciencia, aprendizaje, evolución.

Camino espiritual, crecimiento personal.

Camino espiritual, crecimiento personal.

Ambos senderos se mezclan y se confunden.
Ambos senderos están relacionados, pero no son lo mismo.

Creo conveniente que sepamos cuál de ellos estamos transitando.
Porque si por mucho que te empeñes en avanzar, no sabes por que camino transitas, es probable que siga tu extravío, sigas sin encontrarte.

Veo el camino del crecimiento personal como una suerte de aprendizajes, conocimientos, retos, superación, empoderamiento, esfuerzo, constancia, hacer.
Un camino hacia adelante, para avanzar y no estancarse en viejos y falsos patrones mentales, emocionales y conductuales.

El camino espiritual no es lo mismo, aunque es el mismo, desde otro plano.
Es la senda que invita a desaprender, descubrir la ignorancia, destapar la vulnerabilidad, sentir, conectar, aceptar, ver lo invisible más adentro, más allá, fluir desde la certeza, hacer sin hacer.

El crecimiento personal permite descubrir el potencial que hay en ti.
El camino espiritual muestra tu pequeñez, cuan fugaz es tu vida.
En la grandeza y la nimiedad de nuestra existencia, radica la enseñanza.

- ¿Son excluyentes?
- No, son complementarios y necesarios ambos.
- ¿Cuál es el mejor?
- Los dos.
- ¿Cuál debo transitar primero o ahora?
- El que sientas, el que te llame.
- ¿Por dónde empiezo?
- Por parar si te atreves, y escucharte.

En el camino del crecimiento personal te encontrarás con muchas personas que desean, necesitan o elijen evolucionar.
Te encontrarás con muchas, sí.
Muchas que están haciendo el recorrido de conocerse, de sanar, de limpiar, de crecer. Te sentirás en compañía. Es maravilloso, aunque no te garantiza la Paz que anhelas, el Equilibrio que buscas, la Alegría que esperas.

En el camino espiritual, te encontrarás con tu soledad, con tu incomprensión.
Ahí no verás a tantas.

Al inicio es como si estuvieras en la falda de una gran montaña a cuya cima se desea llegar.
En la falda de la montaña hay mucha gente con ganas o con necesidad de subir, para crecer, para sanar, para demostrarse, para retarse o para huir.
Según se sube y llegan las cuestas, se producen las primeras bajas. No compensa tanto esfuerzo, prefieren volver al campamento base, a su estado inicial, al menos es lo que conocen, hay techo y comida caliente.
Allí conocen, al menos, sus cárceles y pueden seguir culpando a su carceleros.

El resto sigue subiendo, a pesar de las dificultades.
Por el camino, unos avanzan a duras penas, otros renuncian y vuelven a bajar o se quedan a medio camino y montan allí sus campamentos.

Cuando la cima está más cerca, hace más frío, queda menos comida, el oxigeno escasea.
Y eso produce mucho miedo, es natural, es supervivencia.

De esas pocas almas valientes que quedan allá arriba, en tierra de nadie, unas se agotan y paran para quedarse entre sus pocas compañeras, otras deciden bajar.

Algunas de las que bajan contarán a las que no han subido cuán valientes y sabias son, cuánto han sufrido y aprendido en ese tramo del camino, cuántas experiencias se han perdido las que se quedaron desde el principio.
Estas se atribuyen el papel de maestras, falsas maestras, porque en el fondo, están en el mismo lugar que las primeras que abandonaron.

Las que siguen hacia adelante, cada vez son menos.
Hasta que descubren que están en soledad. No hay nadie más.

Hace mucho frío, tienes hambre y sed, te cuesta respirar.
Ves que la cima no es tan bella como creías.
Ves que cuánto más te acercas a esa cima, más te acercas al vacío.
El vacío te asusta, sin saber que el vacío es tu conquista.

Sigues, sigues y sigues.

Tu cuerpo no manda. Manda una energía que te trasciende, que te guía.

Este tramo puede durar días, semanas, meses o años.
Aunque crees que morirás, algo te dice que no será así.

Y cuando superas todo eso, un día cualquiera, ves a lo lejos un punto, que al acercarse es otra alma como tú, que ha hecho el mismo arduo camino.
Se reconocen, se extasían del encuentro y siguen el camino juntas.
Y estas almas “perdidas” se encuentran con otras pocas almas, muy pocas.

Al acercarse a la cima, aunque no lo hayan dicho, todas saben que nadie les creería sin volvieran al campamento base, en el que están los falsos exploradores viviendo a costa de quienes no se atrevieron a hacer el camino.

Unas llegan a la cima y trascienden en plenitud en la luz.
Otras desde su luz y plenitud, deciden no trascender, sino volver a bajar.

Y allá en las faldas de la montaña se mezclan con quienes desean y no se atreven a subir, para guiarlas e inspirarlas, darles amor y fortaleza.

Eso sí, sin decirles nunca que ellas llegaron un día a aquella cima y decidieron bajar para mostrar el camino, un camino que conocen.
Pero que, como arduo, duro y agotador, no resulta atractivo , frente a quienes venden plenitud a cambio de unas monedas o billetes que son solo papel con el que cubren el éxito de su estafa.
Papel que pagas con sacrificio, a egos salvadores que te venden el paraíso, con sus charlas vacías y sus libros de copia y pega.

Esta historia tiene un secreto:

Algunas de esas pocas almas que alcanzaron la cima y decidieron volver a bajar para acompañar a subir a otras, en la bajada decidieron olvidar que habían llegado hasta ese lugar en la cumbre.

Así no se mostrarían como superiores, sino como iguales e incluso como inferiores.
Así nadie sabría que si no llega, no ha fracasado.
Así volverían a disfrutar del placer de crecer y aceptar el dolor que eso supone.

Un abrazo.
César González

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